de Lucía X

 

Hay que establecer un diálogo con nuestro capital simbólico antes de tomar la palabra en la abigarrada posmodernidad.

No puedo empezar sin disculpadme con vosotras, hermanas, porque escribo en una lengua hegemónica, violenta y materna. Hablo así porque fluye en mí desde que en las misiones de lo que ahora es Corrientes se lo impusieron a las cholas de mis tatarabuelas. Desciendo de las cuchilleras, no soy gallega, tampoco argentina, ni española, soy todas al mismo tiempo, por haber crecido en una tierra que me dio un acento pero no un sustento, un color que representa privilegios aunque solo contenga sortilegios. 

Soy una bastarda posmoderna —hija de español y mestiza— que encara la angustiante “pregunta irresuelta del origen” problematizando el “aquí-ahora”. Intento desenmarañar las intersecciones simbólicas que me atraviesan, a ver si en una de esas descolonizo y despatriarcalizo el inconsciente, porque no sé si os habéis dado cuenta, pero no me trago lo del determinismo biológico.

Cometo el atrevimiento de tomar la palabra solo cuando te he apre(he)ndido a nombrar J., siento haber tardado tanto. Sucede tres días después de que cumpliese años, mientras siento las exigencias de la madurez… Lo intento, son veintiocho y solo hoy he empezado a comer crudo. María Galindo va a Madrid y me acabo de leer A despatriarcalizar! Ella(s) enseña(n) esa suspicacia tan indispensable cuando nos relacionamos con las instituciones. Yo digo, públicas, privadas, materiales, simbólicas y las que resultan de sus hibridaciones. Esto incluye al estado, a los dogmas, al bar, al psiquiátrico, el supermercado, las universidades, las empresas de seguridad, la farmacia, los bancos, el matrimonio, la monogamia, la heterosexualidad, el trabajo, la familia, el médico, el vacío existencial, la droga y la felicidad. Suena Diana J. Torres hablando de bonobos, de cómo estos ancestros resolvían conflictos follando, o teniendo relaciones sexo-afectivas. Dice que debiéramos desplegar sexódromos, pero por ahora me conformo con que llegues.

Aun así, me quema el privilegio. Siento culpa por compadecerme de mí misma.

Aun así, me quema el privilegio. Siento culpa por compadecerme de mí misma. Siento remordimientos por haber pensado que podía escribir sin siquiera reflexionar sobre si me toca a mí hacerlo.

Quisiera retroceder en el tiempo y haber tratado a J. con cariño cuando era vulnerable y no lo hice. Hasta yo tuve prejuicios, hasta yo fui viole¿nta. Y, ¿por qué no? ¿Porque soy mujer? ¿Porque soy feminista? ¿Porque no me siento mujer? ¿Porque me estoy deconstruyendo? ¿Porque me creo inteligente? ¿Porque me considero empática? ¿Porque soy vegana? ¿Porque en parte provengo de Abya Yala?

Pero soy blanca, he podido acceder a universidades incluso extranjeras. Nunca me ha faltado dinero, menos comida. Tengo apellidos hispánicos, familia paterna española, he sido heterosexual durante gran parte de mi vida, y me lamento por ello. La verdad es que tengo un capital simbólico del bueno, de ese al que solo accedemos algunas. Somos las mujeres de los hombres blancos, las putas del poder. Por lo menos deserto con mi renuncia eterna.

Detesto este capital simbólico tan perverso que me devalúa por tener un útero pero que al tiempo representa una posición dominante, ahí al ladito del opresor. 

Suerte, sin duda mucha suerte y esfuerzo. Esfuerzo de esas de las que desciendo, que se negaban a repetir la vida de sus madres, suerte de que la mía naciera mestiza hija de ingeniero. Ella quiso huir de su rol en la corte del patriarca. Como pudo fue casándose con un blanquito cualquiera, con el sujeto cartesiano. La consumió como un producto sexual exótico-racializado. Ahora ella solita llora sus penas, divorciada porque mejor sola. Ya no respetes más a los hombres, madre, vuela. 

No sé qué puedo hacer para crear un mundo nuevo a partir de las líneas de fuga que ahora veo. Sin opresiones que me sitúen arriba, abajo, en medio, de lado… y que me desgarran por dentro. ¿Hay lugar para mí en ese sueño?

Sé que el sufrimiento no nos legitima, nos constituyen los afectos. Devengamos bonobos, por el momento.

Notas:

1. M. Galindo y Mujeres Creando, ¡A despatriarcar! (Lavaca, 4ª ed) p. 107

2. S. Rivera Cusicanqui, Un mundo ch’ixi es posible: ensayos desde un presente en crisis (Tinta Limón, Buenos Aires 2018, 1ª ed) p. 13

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Lucía X

Soy una bastarda posmoderna que intenta crear epistemologías desde el cruce para devenir en común.

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